jueves, 12 de enero de 2012

Funza Indigena

Funza Indigena

Funza Indigena.
Cultura Muisca.
  • Comercio
La abundancia de diferentes productos en determinados lugares, llevó a la necesidad de establecer las ferias o mercados, con el fin de facilitar el intercambio. Había frecuentes mercados públicos en lugares importantes como Bacatá, Zipaquirá, Tunja y Turmequé; estos se efectuaban cada cuatro días.
Este intercambio permite afirmar que entre los muiscas, el desarrollo tecnológico logrado y la efectividad del trabajo, produjeron un excedente, que era destinado en parte al almacenamiento para el pago de tributos o como reserva para épocas de crisis; la otra parte era utilizada para el trueque con otros grupos indígenas.
Los muiscas utilizaron discos de oro, especie de moneda de diferentes tamaños, peso y forma, lo que permite afirmar que no lo utilizaban como tal, sino como forma de conservación del oro.
  • Textileria
Esta industria fue de gran significado en los altiplanos fríos de Cundinamarca y Boyacá. El Cronista Fray Pedro Simón, refiere que los muiscas usaban mantas coloradas en señal de luto. Los indios de Lenguazaque las usaban de diversos colores y los cortesanos de Tunja muy ricas y decoradas; los sugamoxis envolvían los cadáveres de sus antepasados en mantas de algodón. En estas mantas pintaron una gran variedad de motivos geométricos, al parecer de carácter simbólico.
Gracias a las exploraciones realizadas por Eliécer Silva Celis, se sabe que las coberturas de las momias eran telas de algodón, mallas de fique y pieles de animales. La industria del tejido tenia para los indios una importancia extraordinaria; todos los acontecimientos de la vida los festejaban con regalos de mantas. Para decorarles usaban como colorantes numerosas plantas. También utilizaron los colorantes de origen mineral o especie de barro a base de tierras de colores.

  • Mineria
La posesión de la sal, permitió a este grupo indígena obtener una ventaja natural sobre las tribus circunvecinas; la extraían de las salinas de Zipaquirá, Nemocón, Sesquilé y Tausa. Tales minas constituían el tesoro del soberano muisca y su principal recurso fiscal. El reconocimiento del prestigio que las minas de sal representaban a la soberanía de los Chibchas, se descubre por el comercio con las demás tribus. Según los cronistas, en Barrancabermeja los españoles encontraron algunos panes de sal, por lo que comprendieron el sendero que debían seguir para encontrar el pueblo civilizado.
La compactación de la sal requería hasta cierto punto complicado, cuyos detalles han cambiado poco durante los últimos cuatro (4) siglos.
Los muiscas explotaron los yacimientos de esmeraldas existentes en Somondoco. Para extraerlas, removían la tierra con barras de madera resistentes y hacían correr agua con el fin de descubrir y recoger las piedras preciosas. La extracción se realizaba en época de lluvias.
Con las esmeraldas hacían intercambio comercial por lo que fueron conocidas y apreciadas por tribus lejanas.
Los muiscas utilizaron también el carbón de piedra, el cual era extraído de la región de Sogamoso; el cobre lo extraían de la zona de Gachalá y Moniquirá; en menor escala, el oro; la mayor parte de este era obtenido mediante el trueque con otras tribus.

Estética
  • Alfarería y Cerámica
La alfarería se desarrolla en lugares cercanos a las fuentes saladas para hacer las gachas o moyos en que se compactaban los panes de sal. Los grandes talleres de cerámica artística, estuvieron en los pueblos circunvecinos a Tocancipá, Gachancipá, Cogua, Guatavita, Guasca y Ráquira, cuyas arcillas especiales ofrecían materia prima excelente para estas labores.
Los Alfareros chibchas, con los artificios de su tosca industria llenaban otras necesidades, tales como: husos y torteros de hilandería, rodillos labrados para impresión de relieves, bruñidores, crisoles y matrices de fundición, ocarinas y otros instrumentos musicales, así como multitud de pequeños implementos cuya aplicación no se ha podido establecer.

  • Orfebrería
Los Muiscas fueron magníficos orfebres; fabricaban figurillas y objetos de adorno, como diademas, collares, narigueras, tiaras, pulseras, pectorales, mascaras y los famosos tunjos decorados con hilos de oro y, en general, figuras antropomorfas y zoomorfas planas.
Los chibchas o muiscas obtenían el oro por transacción con las tribus vecinas. Trocaban esmeraldas, mantas y algodón por oro. Aleaban el oro argentífero nativo en proporción variable con el cobre puro y obtenían así aleaciones de color bronceado, conocidas en Colombia con el nombre de tumbaga,

  • Arte Rupestre
En el territorio Chibcha especialmente en Facatativá, Bojacá, Fusagasugá y en algunos sitios de la región ocupadas por los Guanes se encuentran piedras, generalmente grandes rocas, con dibujos indígenas con tintas indelebles. Suelen hallarse las mismas formas o figuras talladas en rocas. En Facatativá las piedras de Tunja con sus corpulentas masas geológicas, aparecen tatuadas con estas pinturas a tinta roja encendida, como testimonios callados, como garabatos prehistóricos que muestran la huella que dejo un pueblo en su peregrinación de siglos.
Es una de las manifestaciones arqueológicas más importantes de esta área, aunque algunos arqueólogos opinan que proceden de una época anterior a la llegada de los pueblos de lengua Chibcha a esa zona. La arquitectura Chibcha fue muy simple, no utilizaban piedra sino madera y paja.

Construcciones y Casas
La arquitectura precolombina que alcanzó entre los aztecas, los mayas y los peruanos sus más brillantes y admiradas expresiones artísticas, no tubo entre los chibchas siquiera un desarrollo comprable con el de aquellas culturas. La diferencia esencial consiste en el empleo de la piedra para las construcciones. Los chibchas tenían la piedra profusamente desparramada en su medio geográfico pero fueron incapaces de utilizarla para la escultura y para las construcciones. Los chibchas hacían sus casas utilizando como principal material la caña y el barro para hacer las tapias llamadas bahareque.
Las casas comunes eran de dos formas: unas cónicas y otras rectangulares. Las primeras consistían en una pared en circulo echo de palos enterrados como pilares más fuertes sobre los cuales se sostenía de lado y lado un doble entre tejido de cañas cuyo intersticio era tupido de barro. El techo era cónico y cubierto de pajas aseguradas sobre varas la profusión de tales construcciones en forma cónica en la sabana de Bogotá, dio origen a que Gonzalo Jiménez de Quezada le diera a esta altiplanicie l nombre de Valles de los Alcázares.
Las construcciones rectangulares consistían en paredes paralelas también de bahareque, como las anteriores, con techo en dos alas en forma rectangular.
Tanto las construcciones cónicas como las rectangulares tenían puertas y ventanas pequeñas. En el interior el moblaje era sencillo y consistía principalmente en camas hechas también de cañas, llamadas barbacoas, sobre las cuales se tendía gran profusión de mantas; los asientos eran escasos pues los indígenas solían descansar en cuclillas en el suelo. Además de las casas comunes existían otras dos clases de construcciones: una para los señores principales, probablemente jefe de tribu y de clan, y otras para los jefes de las confederaciones chibchas, como los Zaque y los Zipas.

Cultura
  • Actividades Guerreras
Las armas de guerra en las sociedades salvajes y bárbaras son generalmente los mismos instrumentos de cacería utilizado sin modificaciones o complementados con algunas innovaciones de adaptación. Primero en la guerra con los animales, contienda defensiva para preservar la vida y lucha ofensiva para sustentar la existencia humana. Las armas que el hombre inventa en esta lucha que sistematizada se le llama cacería, le sirven luego en combate con los demás hombres. Originariamente los inventos de cacería y guerra se enlazan sobre el fondo de sangre de su dramatismo.
Los chibchas utilizaban en sus guerras grandes macanas, lanzas y cachiporras de madera, y hondas para lanzar guijarros. Su arma principal era la tiradera o estólica que son ciertos dardillos de varilla liviana a manera de carrizos con puntas de macana.
Cuando en las actividades guerreras lograban cautivar niños pertenecientes a las tribus enemigas los destinaban para ser sacrificados al sol y los mantenían entre tanto en casas especiales donde recibían buen trato y comida esmerada. El sacrificio tenia lugar en las altas cumbres que miraban hacia el este. Los Jeques conducían ceremonialmente a la criatura y la colocaban en el suelo sobre una manta fina. Con cuchillas de caña degollaban al niño y recogían su sangre en totumas para untar con ellas las piedras donde caían los primeros rayos solares del amanecer. El cuerpo de la víctima recibía sepultura en una cueva o era dejado expuesto al sol tropical para que los rayos lo achicharraran devorándolo. Este sacrificio macabro tenia por objeto desenfadar al sol.
Igualmente los caciques hacían sacrificios humanos, con flechas, los cuales se llevaban a cabo en las entradas de sus casas y posteriormente llevada su cadáver y sangre a los cerros más altos, donde teñían las piedras con sangre y enterraban la víctima de cara al sol.
  • Instrumentos Musicales
En las batallas y en las fiestas usaban los chibchas instrumentos de música, algunos como especie de dulzainas, hechas de arcilla cosida.

Org.  Politico - Social
A la llegada de los españoles en el territorio muisca existían 5 federaciones independientes, formadas por 25 tribus:
  • La confederación de Bacatá o Bogotá: Era la más extensa, a ella pertenecían unas 20 tribus las cuales gobernaba el zipa; comprendía gran parte del departamento de Cundinamarca.
  • La confederación de Hunza o Tunja: abarca algunas zonas de clima frío al norte de Cundinamarca y gran parte de Boyacá. El Zaque la gobernaba.
  • La confederación de Tundama o Duitama, compuesta por pocas tribus
  • La confederación de Sogamoso o Iraca: de escasa extensión territorial. Allí residía el sacerdote más importante, dedicado a la adoración del sol.
  • La confederación de los indios Guanes: formada por un subgrupo de los muiscas ocupaba las ollas de los ríos Suarez y Chicamocha y la mesa de Lérida en Santander.
Así conformada, la cultura muisca era un estado en formación. Contaba con una clase gobernante principal, secundada por otra menor, que regia unidades administrativas más pequeñas (capitanías o parcialidades).
Según parece, al lado de los jefes había un consejo tribal. Al morir un jefe de confederación, el poder lo heredaba un sobrino, hijo de una hermana. Lo mismo ocurría con los caciques.
  • Legislación
Los Muiscas se regían por un complejo sistema de sentencias o leyes muy estrictas, que sustentaron el orden moral, político y social llamado código de Nemequene, transmitido oralmente. El código castigaba el incesto y condenaba a muerte al homicida, aunque hubiera conseguido el perdón de los familiares del difunto. El hurto se castigaba con la pena de muerte al igual que el soborno. Si una mujer moría en el parto, el marido debía indemnizar a la familia de la esposa. Existía la pena de muerte para quien violara una mujer y para el que huía de la guerra. Además, se limitaba el lujo en la gente común.
  • Organización Social
La sociedad muisca se basó en un grupo de familias emparentadas por vínculos consanguíneos.
En el siglo XVI la población muisca tenia unos 650.000 habitantes. Su base de la organización social era el Clano familia extensa, caracterizado por la exogamia. Los hijos heredaban por línea materna, puesto que pertenecían a la comunidad de su madre. Aunque se permitía el matrimonio poligamico, en realidad solo lo practicaba la nobleza. La residencia era patriarcal.
Los individuos trabajaban en común las tierras de su jefe de clan, o del sacerdote o jeque. Varios clanes formaban una tribu y sus miembros trabajaban las sementeras del cacique u uzaque(Jefe de tribu), quien cobraba los tributos y entregaba parte de ellos al Zipa o al Zaque, jefes de estas confederaciones, conformadas por varias tribus.
Los jefes de confederación, los jefes de tribu y los sacerdotes formaban una clase superior, que se apropiaba de parte de los excedentes de producción agrícola y minera. Ello originó la diferenciación de grupos dentro de la sociedad y condujo a la formación de clases y al surgimiento de la propiedad privada y del estado. La apropiación de los excedentes de producción se efectuaba mediante el cobro de un tributo o impuesto, que debían pagarse en especie, y del trabajo, obligatorio también, en los cultivos de los jefes de tribu y de los sacerdotes. Este sistema impidió que se estableciera la esclavitud en la sociedad muisca.

Religión y Ceremonias
Era politeísta. Sus divinidades representaban diversas fuerzas de la naturaleza. Sus principales dioses fueronChiminichagua, principio creador o fuerza suprema, Xué, el sol, Chía, la luna,Bachue, la madre de la humanidad y diosa de las legumbres, Cuchaviva el arco iris, Chibchacun, dios general, Chaquen, dios de los corredores yBochica, héroe civilizador. Las lagunas eran consideradas lugares sagrados; allí celebraban ceremonias religiosas de gran esplendor, durante las cuales arrojaban al agua, tunjos elaborados en tumbaga,
Los sacrificios humanos eran ceremonias populares de gran importancia en los pueblos chibchas. Fuera de esta ceremonia en que el homenaje al dios entrañaba el sacrificio de un ser humano, existían otras de gran renombre como la famosa de El Dorado, de carácter mágico-religioso. Esta ceremonia tenía ocurrencia con motivo de la posesión en el mando del cacique de Guatavita y era por lo tanto de celebración poco frecuente. En cambio las grandes procesiones rituales se sucedían a menudo. Tenían lugar en ciertas épocas del año y adquirían una grandiosa fastuosidad.

Fuente:   http://www.galeon.com/culturasamerica/Muiscas.htm



Los macheteros, encargados de abrir las sendas, romper el monte y vadear los ríos, eran los que más morían, muchos de ellos de picaduras de culebras, del golpe de los árboles al caer, en los dientes de los caimanes, o ahogados al atravesar los ríos. El hambre, la falta completa de alimentos les hacía sufrir horriblemente. Por dos veces los hambreados descubridores mataron caballos para comérselos. Jiménez de Quesada supo atajar este mal con tiempo, prohibiendo bajo pena de muerte que comiesen carne de caballo, y jurando que cualquiera que lo hiciese sería ajusticiado en el momento. El caballo era la defensa más poderosa que llevaban consigo los españoles, después de las armas de fuego. Nada espantaba tanto a los aborígenes como un jinete a caballo, pensaban que el jinete y el animal formaban un solo cuerpo y aquello les causaba el terror más grande.
Después de caminar ocho meses consecutivos, apenas habían adelantado poco más de ciento cincuenta kilómetros. Al fin llegaron al sitio de la Tora, que los españoles llamaron Barranca Bermeja, en donde encontraron a su llegada un caserío y cultivos abandonados por los indígenas. Aquel sitio, frente a dos islas que dividían el río en cuatro brazos era fácil para la defensa, propio para hacer alto, rehacerse y dejar descansar la tropa. Mientras que los expedicionarios tomaban alientos, Jiménez de Quesada, mandó que se adelantasen algunas embarcaciones río arriba. Veinte días duró ausente estegrupo de expedicionarios, al cabo de los cuales regresaron sin haber encontrado cosa notable. Dijeron que el río se prolongaba hacia el sur por medió de tierras iguales a las que habían recorrido, con una monotonía desesperante, pero que en ninguna parte se veían señales de las ricas poblaciones que les habían anunciado.
Semejante noticia desconcertó grandemente a los expedicionarios que trataron de amotinarse, queriendo obligar al adelantado a que renunciase a continuar la jornada. Manifestaron sus quejas, diciendo que seguir por aquella vía no era ya demostración de valor y constancia, sino de  imprudencia y locura. En la Tora estaban peor que en otras partes, las enfermedades los habían diezmado, los vivos renunciaban a enterrar a los muertos y los arrojaban al río, cebando con esto los caimanes. Todo el que se acercaba a la orilla, fuese a bañarse o a lavar su ropa, corría el peligro de ser sacrificado por aquellos anfibios repugnantes y voraces. Planteaban que a medida que subieran el río la situación sería peor y perecerían todos, sin haber obtenido el objetivo en bien del Rey y de España. Pero ninguna de estas razones hizo mella en la firme voluntad del caudillo, resuelto a continuar en la empresaaunque fuera a costa de su vida.
Después de pasar tantos trabajos más le valía morir que presentarse en Santa Marta derrotado por su propia cobardía. Otros más valientes que ellos, siguiendo sus pasos, lograrían descubrir las tierras feraces y llenas de oro que él sabía existían más adentro. No había duda de que los mismos que deseaban volverse le maldecirían por haberles hecho caso. Con la elocuencia hija de la convicción, y con la astucia y habilidad del abogado, enseñado a defender aun las peores causas en los estrados, Jiménez de Quesada, empleando prudentes palabras, sin manifestar cólera o disgusto siquiera, desbarató los argumentos que le presentaban los descontentos, y después de oírles a todos, supo persuadirlos a que con buena voluntad prosiguiesen la marcha.

Todos estuvieron de acuerdo que era tiempo perdido continuar por el lecho del Magdalena, y resolvieron subir navegando por el río Opón. A poco trecho los adelantados encontraron una canoa abandonada por los indígenas asustados con la presencia extraña de los invasores. En la canoa encontraron algunas moyas de sal blanca y ciertas mantas de algodón labradas, y más adelante ranchos con buen número de otras moyas iguales. Esto probaba que cerca había un depósito de sal y artesanía textil donde se abastecían estos indígenas.
Semejantes señales de civilización llenó de alegría a los conquistadores y les proporcionó las fuerzas necesarias para continuar río arriba. Al poco tiempo de continuar navegando notaron que el río Opón no poseía suficiente caudal para las embarcaciones que llevaban. Jiménez de Quesada prosiguió trepando por las márgenes del río detrás de los macheteros con los doscientos hombres más aguerridos y sanos que decidieron quedarse con él.
A los cuarenta hombres restantes les ordenó regresar a Santa Marta, a cargo del licenciado Gallegos,  con inválidos e inútiles y ciento sesenta soldados que no servían sino de estorbo. Pocos sobrevivirían a aquel viaje de regreso, atacados por los indios  a las orillas del Magdalena, quienes les echaron a pique las embarcaciones. Lograron escapar sólo Gallegos y unos pocos, y al fin llegaron a dar  la triste noticia a Santa Marta. En pocos días los expedicionarios que continuaron la conquista vieron de lejos humaredas, caseríos y cultivos. Descendieron y subieron los conquistadores los cerrosque los separaban, con los sesenta caballos que les quedaban, pues habían muerto veinte durante el tránsito. Armados con arcabuces mohosos por las lluvias caminaron llenos de brío y sin acordarse de los peligros que les rodeaban. Después de pasar las últimas penalidades llegaron a la cumbre de Agatá de donde se veía a lo lejos caseríos pajizos entre campos de maíz, papas, otros cultivos y árboles frutales. El clima era benigno. No quedaban sino ciento sesenta de los doscientos hombres que habían empezado la jornada de ascenso por el Opón. Los habitantes de aquellos valles se espantaron con el ruido de las armas de fuego y el aspecto aterrador para ellos de jinetes a caballo. Algunos se arrojaban al suelo como delante de sus dioses, otros quisieron impedir que entrasen en sus caseríos. La mayoría resolvió someterse y dejarles tomar lo que quisiesen cuando les veían pasar, pues los consideraban seres sobrenaturales, enviados por una divinidad para que los ayudasen y amparasen.
En el pueblo de Chipatá que aún existe, el Capellán del Ejército fray Domingo de Las Casas, dijo la primera misa en el país, diez meses escasos después de haber salido de Santa Marta. Como el clima de Chipatá era más agradable y sano de los que hasta entonces habían experimentado, resolvió Jiménez de Quesada permanecer allí el tiempo necesario para reponer la tropa. Hicieron vestidos con las mantas que les llevaban los indios, pues con los que habían salido de Santa Marta estaban destrozados y algunos de los expedicionarios andaban casi desnudos. Jiménez de Quesada se ocupó además activamente de informarse acerca de los pueblos que quedaban en el interior del país y el sitio donde se fabricaba la sal.

Descansados, vestidos y repuestos ampliamente en su salud, el día 3 de Marzo 1537 Jiménez de Quesada dio la orden de marcha hacia la tierra de losChibchas o Muiscas. A medida que adelantaban en su marcha, los conquistadores encontraban con sorpresa un país semi civilizado mucho más culto que todas las tribus que habían visto en el resto de tierra firme y en las Antillas. Así como aquellos alegres y cultivados campos causaron tanta sorpresa a los españoles, su presencia espantó y llenó de curiosidad a los habitantes de ellos. El aspecto de los europeos causaba a los indígenas disgusto o cólera, pero los naturales más civilizados del interior se llenaban de curiosidad y salían a recibir a los invasores con respeto, deseaban saber quiénes eran y de dónde venían.
Jiménez de Quesada mandó a ajusticiar al soldado Juan Gordo, quien quitó a unos indios las mantas que llevaban. Con ello se ganó la estimación y confianza de los naturales y su marcha hasta Nemocón fue un verdadero paseo militar, en el que fue recibido con paz y admiración. Venían los indios a traerles abundantes comidas y de cuanto tenían, como venados, palomas, conejos, curíes, , frijoles, hierbas aromáticas y toda especie de raíces. Después de haber pasado por la salina de Nemocón, las tropas de Gonzalo Jiménez de Quesada fueron atacadas por primera vez por las tropas del zipa. Los indígenas fueron derrotados por los españoles y fue tomada la fortaleza indígena de Cajicá, llamada Busongote. Las notables proezas de los soldados de Jiménez de Quesada subyugaron a los innumerables indígenas que poblaban la sabana de Bogotá.
El adelantado contempló de lejos la magnífica extensión de la llanura, cubierta de alegres cultivos y poblada con bohíos pajizos, de forma cónica, con un cielo puro y despejado, en el cual lucía un sol ardiente y soplaba un airefresco y delicioso. Esto y el aspecto casi civilizado de los pobladores indujeron a Jiménez de Quesada a bautizar la Sabana del zipa con el nombre de Valle de los Alcázares.
Jiménez de Quesada atravesó una parte de la llanura, se detuvo en Chía donde celebraron la Semana Santa y fue a acampar al caserío del zipa, llamado Muequetá ó Funza. Los desmoralizados y humillados indígenas no pudieron resistir a los ciento sesenta hombres del adelantado, a pesar de los centenares de guerreros con que contaba la sabana. Jiménez de Quesada trató de entablar negociaciones con el zipa, pero éste no se dejó ver de los invasores, ni dio jamás una respuesta clara y categórica. Mientras tanto el zipa enviaba mensajeros a diferentes sitios para entenderse secretamente con los demás caciques, pero sin lograr coaligarse con ellos para atacar a los Conquistadores. Les creían enviados directamente por una divinidad y no se atrevían a hacerles la guerra.

Jiménez de Quesada enviaba a su vez frecuentes expediciones a someter a los caciques de los alrededores. Se dirigió personalmente al norte, en busca de un reino rico del que tuvo noticia, en donde no solamente se encontraba oro, sino minas de esmeraldas, cuyas muestras habían llenado de codicia a los conquistadores. El 20 de Agosto de 1537 llegaron a un punto de donde los conquistadores vieron por la vez primera el sitio donde reinaba el Zaque de Tunja o Hunsa, Quemuenchatocha, un valle ferroso, árido y desgarrado, sin vegetación ni suelo cultivable. Arrimado a los cerros de occidente se encontraba el rancherío pajizo de Tunja. Jiménez de Quesada estaba tan embriagado de alegría como los suyos, y no pudo detener a los españoles en su marcha. Los españoles picaron sus caballos y atropellando a los espantados indígenas, que habían salido a ver aquellos seres sobrehumanos, llegaron hasta el bohío del zaque.
Allí Jiménez de Quesada con Antón de Olalla y doce compañeros más se desmontaron de sus caballos y penetraron hasta el sitio en que estaba el zaque rodeado de sus cortesanos. Tanto él como los que le rodeaban estaban vestidos con mantas de algodón y adornados con medias lunas de oro. Antón de Olalla se apoderó del anciano Zaque y atravesó con él hasta donde lo esperaban sus compañeros, amenazando matar al cautivo si sus súbditos trataban de atacarlo.
Al enterarse de que los europeos merodeaban por sus tierras, Quemuenchatocha no se movió de su cercado, ni adelantó actos de agresión contra los invasores. Prohibió bajo graves penas que se les indicara el camino a su cercado y cuando se enteró de que se aproximaban, les envió regalos y emisarios de paz, buscando detenerlos mientras guardaba sus tesoros y se ponía a salvo. La estrategia no surtió efecto. El 20 de agosto de 1537 los españoles lograron tomarlo preso y saquearon su población. Este varón anciano, de gruesa corpulencia, sagaz, astuto y cruel, fue llevado hasta Suesca, con la esperanza de que revelara el sitio donde había ocultado parte de sus tesoros. Durante su ausencia se designó heredero a su sobrino Aquimín. Una vez liberado Quemuenchatocha se retiró a Ramiriquí, donde al poco tiempo murió. Los españoles encontraron en Tunja, oro, esmeraldas, plata, mantas y otras curiosidades. No lograron apoderarse de todas las riquezas del Zaque, pues los cortesanos lograron salvar parte de ellas en petacas de cuero de venado, que ocultaron en los cerros vecinos.

Después que el conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada en Tunja, apresó al soberano de aquellas tierras y saqueó todo el oro de sus asentamientos, se dirigió con parte de su regimiento hacia el templo de Sogamoso. El mismo día llegaron al poblado de Paipa, donde pasaron la noche. Al día siguiente continuaron hacia el asentamiento del Tundama en Duitama donde llegaron antes del medio día. El cacique Tundama había logrado reunir guerreros de los caciques Onzaga, Zerinza, Sátiva, Chitagoto, Susa y Soatá. Trató de impedir el asalto a sus dominios, enviando al conquistador algunos regalos junto con el mensaje de que se detuviera mientras él le enviaba 8 cargas de oro que estaba recogiendo entre sus caciques vasallos. El conquistador cedió al halago de esa oferta pacífica y esperó. Mientras tanto el soberano indígena ordenó a todos sus súbditos poner a salvo sus riquezas, sus objetos sagrados, sus mujeres y sus niños. El ejército español contaba con un buen escuadrón de indios amigos, bogotaes y tunjanos. Hacia las tres de la tarde el Tundama ordenó a los suyos enfrentar a los conquistadores. El contingente de Jiménez de Quesada arremetió con violencia contra los indígenas dispuestos a resistir el asalto. Al poco tiempo huían en desbandada, dejando numerosas víctimas en el campo. En una de las escaramuzas que precedieron el enfrentamiento estuvo a punto de morir el general Gonzalo Jiménez de Quesada. Jiménez de Quesada ordenó saquear precipitadamente el poblado y antes de la puesta del sol sometía los dominios del soberano religioso Suamox, donde se encontraba el monumental templo del Sol lleno de riquezas sagradas. Un templo construido sobre recios maderos de guayacán provenientes de los llanos Orientales, el piso y las paredes recubiertos en espartillo, con techo trenzado en paja, cuyas entradas eran muy pequeñas. En ciertas partes altas del templo había platos o patenas de oro que resplandecían con los rayos del sol y en su interior se encontraban ricos enterramientos de personajes principales.
Saqueo e incendio del templo de Sogamoso.
Los asaltantes encontraron cadáveres embalsamados, adornados con objetos de oro y piedras preciosas y procedieron inmediatamente a despojarlos de todas sus joyas. Finalmente incendiaron con sus antorchas el templo. En aquella noche del 25 de agosto de 1537 los soldados de Quesada recogieron más de 600 libras de oro equivalentes a 80.000 ducados, sin contar las esmeraldas, telas finas y otras joyas. Temerosos de que los indios preparasen ungran ataque contra ellos y les hiciesen perder aquel apreciable botín, regresaron rápidamente a Tunja.

Después de derrotar al cacique Tundama de Duitama, en una de cuyas refriegas Jiménez Quesada corrió el  riesgo de perder la vida, volvió á Suesca. Después de un año de la llegada de los españoles a la sabana de Bogotá, no habían podido saber nada del zipa, oculto y desconfiado siempre. De continuo los conquistadores se veían atacados por indígenas ocultos, cuando iban en poco número por sitios en que no podía actuar la caballería. Uno de los agresores apresado por medio de tortura confesó ser enviado por el zipa Thisquesusa y llevo al General Jiménez de Quesada con una pequeña tropa de soldados al campamento de Thisquesusa. Los indios trataron de defenderse, Thisquesusa pudo huir a tiempo, y el soldado español, llamado Alonso Domínguez Beltrán al verlo pasar lo mató, con el pasador de una ballesta, sin conocerlo. Los indígenas lograron escapar, llevándose el cadáver de su soberano, y unos días después se supo lo sucedido.

Como los indígenas seguían molestando a los españoles por estar acampados en sus rancheríos, Jiménez de Quesada trasladó el campamento á Bosa, en donde podía defenderse mejor. En aquel lugar se le presentó Sagipa, el nuevo zipa, a pedir auxilio a los Españoles contra los indios Panches, sus enemigos naturales, que eran, además, feroces caníbales. Llevó a cabo gozoso el Jefe español aquella coyuntura de atacar a los Panches, ayudado por los Chibchas. Después de vencerles pidió como recompensa los tesoros del Zipa Thisquesusa. Sagipa aseguró que no los tenía en su poder; que Thisquesusa los habla distribuido entre sus vasallos a la llegada de los españoles. Naturalmente no le creyeron, y Quesada lo hizo apresar y torturar para que confesara. El desgraciado zipa murió en el tormento que le dieron. Los indios quedaron con una tristeza y un sentimiento muy grandes hasta sus propias muertes. La reputación de Quesada sufrió mucho con  la muerte del zipa, y le impidió ganarse recompensas que su conquista podía hacerle merecer. Humillados quedaron los chibchas, y desde entonces fueron sometidos a las leyes españolas.

Sometidos los pobladores de la sabana de Bogotá, Jiménez de Quesada resolvió fundar una ciudad en el sitio de recreo del zipa en Teusaquillo. Mandó a edificar en aquél sitio doce casas de paja, en conmemoración de los doce apóstoles, en torno de una iglesia también pajiza. El 6 de Agosto de 1538 tomó posesión de aquel lugar en nombre del emperador Carlos V y el padre Las Casas dijo su  primera misa. Jiménez de Quesada llamó Santafé de Bogotá a esta ciudad por su semejanza, con la ciudad española de Santafé. En adelante todo el territorio descubierto por Jiménez de Quesada se llamaría Nuevo Reino de Granada en recordación a su ciudad natal.
La nueva población era, sin embargo, un campamento militar.

Empezaba el año de 1538, y no era raro que los conquistadores, que habían sufrido penalidades indecibles durante cerca de dos años, desearan saber qué habían ganado en toda la expedición. Repartieron el erario real de cuarenta mil pesos de oro fino, quinientas sesenta y dos esmeraldas y algún oro de baja ley. Correspondió quinientos veinte pesos a cada soldado de a pié, el doble a los de acaballo, el cuádruplo a los oficiales, siete porciones al general jefe y algunos premios a los que más se habían distinguido. Entre todos se hizo una contribución para unas misas por las almas de los que habían muerto en la campaña, y se entregó al padre Las Casas. Tanto Jiménez de Quesada como sus compañeros, obtuvieron mucho más oro del que declararon oficialmente; pues tal suma no corresponde a la fortuna que todos ostentaron tener después. Ni al derroche de los grandes caudales que Jiménez de Quesada hizo durante los doce años de su posterior permanencia en Europa.
Hacía ya más de un año que Jiménez de Quesada estaba en posesión de las tierras del Imperio Chibcha por él conquistado, cuando supo la nada agradable noticia que Nicolás de Federmann, se acercaba a la sabana de Bogotá por los llanos de Venezuela. Se apresuró, a tratar de ganarse la buena voluntad de los conquistadores que llegaban. Celebró con ellos un convenio amistoso dándoles diez mil pesos en oro y ofreciéndoles que todos sus oficiales y sus soldados podían permanecer en el Nuevo Reino de Granada, gozando de los mismos privilegios que los conquistadores que partieron de Santa Marta. Pocos días después Jiménez de Quesada se alarmó con la noticia que le llevaron unos indígenas de que por el Sur llegaba una nueva tropa de europeos. Jiménez de Quesada envió a su hermano Hernán Pérez de Quesada a que averiguase lo que acontecía. Hernán Pérez de Quesada se encontró con Sebastián de Belalcázar que venía desde Quito por los ardientes caminos del valle de Neiva. Jiménez de Quesada entabló negociaciones con Belalcázar cuando subió a la Sabana y acampó a la entrada de ésta.

gobierno de Gonzalo Jiménez de Quesada

Los tres jefes lograron ponerse de acuerdo, en viajar todos juntos a España a pedir la recompensa que cada cual creía merecer por sus descubrimientos. Jiménez de Quesada antes de alejarse nombró Gobernador interino a su hermano, eligió Alcalde y Ayuntamiento, Regidores y todo el tren necesario para la constitución de un Gobierno. Nombró como cura al Capellán de la expedición de Federmann, el bachiller Juan Verdejo. La expedición de Jiménez de Quesada se aumentó y reforzó, con la mayor parte de los conquistadores de Federmann y Belalcázar que decidieron quedarse en Santafé. Jiménez de Quesada se embarcó con Belalcázar, Federmann, el padre Las Casas, varios españoles e indígenas suficientes para guiar las embarcaciones. Tres años después de haber salido  de Santa-Marta hacia el territorio de los Chibchas, Gonzalo Jiménez de Quesada se dirigía a Cartagena, a mediados del mes de mayo de 1539, con Federman y Belalcázar pues allí los esperaba un navío que los llevaría a España.


fuente:    http://www.monografias.com/trabajos82/conquista-rapida-y-saqueo-cuantioso-gonzalo-jimenez-quesada/conquista-rapida-y-saqueo-cuantioso-gonzalo-jimenez-quesada2.shtml



CULTURA PRECOLOMBINA MUISCA


El centro del territorio que hoy forma la República de Colombia y que antes se llamó Nuevo Reino de Granada se halló habitado por indígenas pacíficos y organizados, agricultores y vestidos, descendientes de la familia lingüística chibcha procedentes de Centroamérica y quienes se llamaron a si mismos Los Muiscas o moscas.

Su patria eran las ricas sabanas de Zipaquirá, Nemocom, Ubate, Chiquinquirá, Tunja y Sogamoso, comprendidas entre los nacimientos de varios ríos: del Upía, que desciende al Orinoco; del Chicamocha, del Suárez, del Opón y de Carare, que van al Norte; del río Negro Cundinamarqués y sobre el Funza que, corriendo de Nordeste a Sudeste, busca el Magdalena..

Sus tierras eran frías o ligeramente templadas, llanuras abiertas donde, más que hoy, extensas lagunas y juncales reflejaban el horizonte. Esa habitación del pueblo muisca condujo a una densa población y con ella a una organización más refinada de la vida social. En efecto, los muiscas de la época descubridora, a semejanza de los mayas-aztecas de Méjico, de los incas del Perú y de los aymarás de Bolivia, habían sobrepasado ya la civilización primitiva de las tribus o pequeñas agrupaciones regidas por el más fuerte, y se habían convertido en pueblos que obedecían con sus caciques a jefes superiores, sin cuya voluntad no se llevaban a cabo los grandes movimientos sociales, y cuya designación era hereditaria matriarcal.

UBICACIÓN GEOGRÁFICA CULTURA MUISCA

Ubicación de la Cultura Precolombiana MuiscaEl territorio de los muiscas abarcaba las cuencas y valles del río Bogotá hasta Ten; del río Negro hasta Quetame, el Guavio hasta Gachalá, de Garagoa hasta Somondoco, de Chicamocha hasta Soatá y del río Suárez hasta Vélez. No existe un acuerdo sobre cifras de población, pero los conquistadores son enfáticos en destacar la multitud de los indígenas.

Vista desde lo alto del cerro de Suba, la sabana de Bogotá presentaba una amplia zona pantanosa rodeada por una llanura cubierta de pastos y vegetación baja. En ella se destacaban numerosas aldeas: Suba, Tuna, Tibabuyes, Usaquén, Teusaquillo, Cota, Engativá, Funza, Fontibón, Techo, Bosa, Soacha y palacios compuestos por bohíos rodeados por dos o tres empalizadas concéntricas, semejantes a los alcázares árabes del sur de España.

Este "Valle de los Alcázares" que con las sierras nevadas de la Cordillera Central en el horizonte, dio pie para el nombre de Nuevo Reino de Granada, era en efecto el núcleo del cacicazgo de Bogotá. Las Sierras Nevadas de granada continúan en España la cadena sagrada para los grupos Muiscas.

Con su sede de gobierno en Funza, este era el cacicazgo regional más extenso y poblado, no sólo del territorio Muisca sino de todo el norte de Sudamérica en aquel siglo. Sus gobernantes, los Zipas, lo habían conformado recientemente anexando los cacicazgos intermedios de Guatavita, Ubaque, Ubaté, Zipaquirá y Fusagasugá (Londoño, 1988).

Sin embargo, y por esa misma razón, Bogotá era a la vez el más inestable de los cuatro cacicazgos regionales en que se dividía en ese entonces el territorio de los muiscas. Así, aunque el cacique de Bogotá opuso resistencia a la conquista, muchos de sus sujetos prefirieron sacudirse su dominio aliándose a los europeos, como sucedió cuando Quesada salió por el valle del Teusacá hacia el norte.



TIPO FISICO CULTURA MUISCA

El tipo del indígena muisca aún se conserva y puede describirse así: talla mediana y robusta, pelo negro y lacio; nariz ancha y corta, ojos pequeños, boca y dientes grandes, pómulos salientes. Eran inteligentes, valerosos y sufridos.



VESTUARIO CULTURA MUISCA

Por las mismas condiciones de su clima frío, los muiscas usaron vestidos abrigados, consistentes en mantas de algodón que les cubrían el cuerpo hasta los pies y que ajustaban a los hombros, unas veces con nudos, otras con alfileres de oro o de cobre. Usaron ponchos también a manera de ruana y cubrían sus cabezas con monteras de lana, las cuales al presente llamanjuraícas, y también gorras de pieles de animales como de tigre y de oso. El calzado les fue desconocido.

Tales instrumentos los hicieron en algodón valiéndose de rústicos telares; después de hilarlo en ruecas y coserlo con agujas de hueso, los teñian con diversos tintes vegetales. Entre los pueblos colombianos, fueron los muiscas los que mejor dominaron las artes de los textiles. Con ellos comerciaban, pagaban tributos y hacían ofrendas en sus templos y santuarios.

Para las festividades, los muiscas se adornaban con joyas de oro de gran valor y virtuosidad; tiaras, coronas, pecheras, narigueras, orejeras; zarcillos, pulseras, ajorcas y caracoles de oro que eran las mejores pruebas del ingenio, de la habilidad de sus manos y de su gusto, los cuales nos conserva la Arqueología.



CONSTRUCCIONES Y CASAS CULTURA MUISCA

Casa MuiscaLa arquitectura precolombina que alcanzó entre los aztecas, los mayas y los peruanos sus más brillantes y admiradas expresiones artísticas, no tubo entre los muiscas siquiera un desarrollo comprable con el de aquellas culturas. La diferencia esencial consiste en el empleo de la piedra para las construcciones. Los muiscas tenían la piedra profusamente desparramada en su medio geográfico pero fueron incapaces de utilizarla para la escultura y para las construcciones. Los muiscas hacían sus casas utilizando como principal material la caña y el barro para hacer las tapias llamadas bahareque.

Las casas comunes eran de dos formas: unas cónicas y otras rectangulares. Las primeras consistían en una pared en circulo echo de palos enterrados como pilares más fuertes sobre los cuales se sostenía de lado y lado un doble entre tejido de cañas cuyo intersticio era tupido de barro. El techo era cónico y cubierto de pajas aseguradas sobre varas la profusión de tales construcciones en forma cónica en la sabana de Bogotá, dio origen a que Gonzalo Jiménez de Quezada le diera a esta altiplanicie l nombre de Valles de los Alcázares. Las construcciones rectangulares consistían en paredes paralelas también de bahareque, como las anteriores, con techo en dos alas en forma rectangular.

Tanto las construcciones cónicas como las rectangulares tenían puertas y ventanas pequeñas. En el interior el moblaje era sencillo y consistía principalmente en camas hechas también de cañas, llamadas barbacoas, sobre las cuales se tendía gran profusión de mantas; los asientos eran escasos pues los indígenas solían descansar en cuclillas en el suelo. Además de las casas comunes existían otras dos clases de construcciones: una para los señores principales, probablemente jefe de tribu y de clan, y otras para los jefes de las confederaciones muiscas, como los Zaque y los Zipas.



AGRICULTURA CULTURA MUISCA

Los Muiscas fueron básicamente agricultores y tuvieron grandes conocimientos sobre los ciclos de la lluvia, los cambios de la luna y el cuidado de los cultivos. Cultivaron en tierras planas utilizando en algunos casos hileras de montículos; también usaron terrazas y se valieron de la irrigación natural con apoyo de los ríos y las lagunas cercanas a sus poblados; entre las más importantes están Guatavita, Siecha, Tota, Fúquene e Iguaque.

La base esencial de la economía muisca fue la agricultura; cultivaron principalmente el maíz de diferentes variedades, que se convirtió en la base de la alimentación. Además, sembraron algodón, yuca, batata, calabaza, hibia, arracacha, piña, aguacate, coca, tabaco, etc.



CAZA Y PESCA CULTURA MUISCA

Los muiscas obtenían y consumían carnes de curi, conejo, venado, peces y aves. La carne de venado era consumida únicamente por la aristocracia. La caza y la pesca eran actividades poco practicadas por los muiscas y no domesticaron animales.




Fuente:
Culturas Indígenas Colombianas. Autores Rafael Martín Alfonso y José Puentes
Museo del Oro del Banco de la República.
PRECOLOMBIA Introducción al estudio del indígena Colombiano. Autor: Teresa Arango Bueno  Ed. Sucesores de Rivadeneyra S. A.  1954
Fotos extraidas de la pagina web del Museo del Oro - Del banco de la República de Colombia.






FUNZA, CIUDAD DE LA NOBLEZA ABORIGEN

Hasta el viernes 20 de abril de 1537 Funza fue la capital del Zipazgo. En ese año reinaba el cacique Sacresazipa, gran jefe guerrero que pasó a la historia como el indígena que le usurpó el trono a Chaizaque y como el hombre que entregó dócilmente el trono a los invasores y les ayudó en la conquista de los Panches.
Hasta el viernes 20 de abril de 1537 Funza fue la capital del Zipazgo. En ese año reinaba el cacique Sacresazipa, gran jefe guerrero que pasó a la historia como el indígena que le usurpó el trono a Chaizaque y como el hombre que entregó dócilmente el trono a los invasores y les ayudó en la conquista de los Panches.
A pesar de su colaboración con los forasteros Sacresazipa en 1539 fue conducido a Bojacá, lugar donde fue asesinado a manos de los españoles, un deceso que terminó con la dinastía de los Zipas y acabó para siempre con el imperio chibcha.
De Bacatá como se llamaba este territorio antiguamente no quedan recuerdos, ni siquiera una señal o una cruz sobre el suelo que ocupó. Los indígenas después de enterarse de la muerte de Sacresazipa quemaron gran parte del poblado, incluidos sus símbolos religiosos y emigraron a Facatativá; afortunadamente, dice Roberto Velandia, pues así la capital de esta aguerrida raza pudo evitar su profanación.
Sin embargo, por las crónicas de los españoles se sabe que en este centro ceremonial habían 20.000 chozas de bahareque y un palacio espacioso donde vivía el Zipa con sus 300 mujeres. También hay datos que hablan sobre la constante amenaza de los indios, que no cesaban de hostilizar a Jiménez de Quesada, motivo por el cual el conquistador, junto con su ejército, tuvieron que desplazarse al sitio que hoy se conoce como Bosa.
Así fue como Funza quedó abandonada por unos y otros, casi reducida a cenizas y en proceso de extensión. Pero antes de que se cumpliera el fatal destino el terreno fue dado en encomienda a Antón de Olalla quien además de fundar el más rico latifundio dejo el recuerdo de sus crueldades con los indios junto al muy grato de haber traído los primeros ganados de toros, vacas, caballos y ovejas a Colombia.
DATOS DEL MUNICIPIO.
Fundación: antes de 1536.
Fundador: indígenas de la familia chibcha.
Erección del municipio: 1602.
Altitud: 2.548 metros sobre el nivel del mar.
Temperatura media: 14 grados centígrados.
Población Censo 93: 33.005 habitantes.
Actividad económica: floricultura, agricultura y ganadería

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